domingo, 10 de julio de 2011

Pura Pantalla


A cada momento se esparcen más, dentro de nuestros círculos sociales, aquellos que se encuentran maniatados a sus celulares las tres cuartas partes de su día. Desarrollando esos gestos innatos en un niño con alguna clase de retardo severo. Piensan qué responder en twitter o facebook ante asuntos de real interés: Amores y amigos.

Sí, muchos han adecuado sus horas de existencia a una pequeña ventana que les brinda el acceso a esa información indefinida, simplificadora de vida. Ahora bien, resulta un tanto irónico que cuanto más ‘simplificador’ el artefacto que posean, más problemas los que acaben acumulando.
Algunos aprovechan adecuadamente esta ventana, sí, otros podrían tener la solución a sus dilemas a escasos metros y no notarlo por ver las últimas noticias de su “amor”. Como todo, tiene su pro y sus contras pues, ¿no?
Pero, ahora que el hecho de ser un profesional productivo está necesariamente ligado a pasar varias horas al día frente a un par de pantallas, pues supongo que esto es algo sumamente provechoso.
Aunque han de saber también que el riesgo de terminar siendo manipulados -incluso por sus propios egos-, en algunos, es un tanto cuantioso.

Últimamente las pantallas son una moda tan insustituible que, como alguien lo cantara décadas atrás en ciencia ficción, se han convertido en parte de nuestra evolución. Sin embargo, ¿Nadie ha pensado en reemplazar al menos un porcentaje de la tala de árboles para elaborar papel… por algo como ‘libros en pantalla’? Al fin y al cabo, cada día son más los que se acostumbran a leer de una. Y la tala de árboles se vuelve más indiscriminada también.

Pero viéndole el lado positivo aquí en Perú, “el país de la creatividad”, Blackberry, por ejemplo, pronto podría convertirse en una herramienta rentable para un “detective pirata”. ¿Una suerte de investigador urbano registrador de imágenes comprometedoras con el fin de aclarar las dudas de alguna amante paranoica que sospeche de la fidelidad de su pareja? No me sorprendería, la sociedad está repleta de esta clase de locos.
No importa, la idea es que haya trabajo. Trabajo para tener dinero y hacer realidad tus anhelos. Anhelos que viste en una pantalla ¿o quizá en alguien más que la vio antes que tú?
Seguir modelos, ¿de eso se trata pues, no?
¡Já! Como diría Cristo en sus momentos de sobriedad: con todo el respeto que se merecen, váyanse al demonio.

miércoles, 11 de mayo de 2011

“ Bryce, el genial mentiroso que fue acusado de plagiar”



Estoy en el estudio de Alfredo Bryce Echenique, el cual él llama su “palomar”, un elegante estudio que copió de un palacio italiano. Me recibe con un vodka tonic como cortesía para acompañarlo y tengo poquísimo tiempo así que luego de saludarlo brindo por la oportunidad de la corta entrevista y lanzo la primera pregunta.
¿Es usted un mentiroso?
Por supuesto (Risas). Desde chico me dedicaba a mentirles a mis amigos. Yo era, entre otras cosas, el hijo de Arnaldo Alvarado, corredor de autos, eso ya muchos lo saben. Claro que cuando se enteraban de que todo era irreal sentían pena pues las historias eran sumamente entretenidas. Aparte no olvide que para muchos un escritor siempre será un mentiroso con licencia.
¿Asegurar eso en este sistema podría ser un arma de doble filo, no cree? Porque algún oportunista podría decir entonces que está mintiendo con respecto a los textos que fue acusado de plagiar.
Sí. Pero la verdad es que no he plagiado a nadie. Todo lo que alguna vez he publicado en artículos para medios Españoles y latinoamericanos, durante 40 años, han salido de mi imaginación. Es imposible que hubiese cometido un error de esa particularidad. Esas acusaciones formaban parte de odio y envidia por parte del señor Herbert Morote. Sin embargo he tratado de llegar al fondo del asunto y me parece que no me ha ido muy mal que digamos.
¿Cree entonces haberse despojado definitivamente de las tinieblas?
Creo haberle sacado el partido necesario a la depresión que todo el asunto me causó. Lo considero un asunto plenamente superado y mi novela “Las obras infames de Pancho Marambio” fue la terapia y el punto final a todo ese asunto.



miércoles, 23 de febrero de 2011

Analogía de la arañísima Araña


La araña puede engullir cuantos bichos se le antojen. Es un hecho.
Si tienes suerte, quizá al verte merodeando sus dominios y al parecerle apetecible, haya tejido una de sus esplendorosas telas exclusivamente para ti.

O también pudiste haber caído ocasionalmente en su imperceptible red, sin que ella lo planease. Ésa, mi insectuoso amigo, es la peor de todas las situaciones. Pues probablemente acabes siendo abasto, comida de reserva.
Si este es el caso, no te entrometas. Mucho menos intentes jugar bajo sus reglas porque, una vez que te haya inyectado el veneno; estarás, sin notarlo, proclive a su voluntad.

Ahora bien, si logró suministrarte una dosis de su ponzoñosa cola fue por no haberte percatado de que te encontrabas, enredado ya, en su malla y, en menos de lo que brinca un grillo, estabas envuelto en un dulce y viscoso capullo. Agarrotado hasta el pescuezo.
Una vez ahí debes tener en cuenta que no será fácil salir. Principalmente, porque escapar será lo último que intentes. Tu voluntad se verá opacada con la angustia de ser devorado cuanto antes por la arácnida criatura. Ello empezará, entre otras cosas, a quitarte el sueño. A ti que solías ser paciente y desinteresado.
Sí, es efecto del veneno.

Ella, por otro lado, mantendrá el trato adecuado según el nivel de interés que note en ti. Si te retiene entre sus provisiones es porque de algo le sirves pero el provecho que pueda sacarte depende también del tiempo que lleves allí apresado. Recuerda que, si no te merendó en la primera semana, para ella no eres más que abasto. Claro que jamás habrá de admitirlo. Una vez que te haya hecho esperar lo suficiente, es decir, que haya terminado de perderte por completo el respeto, recién decidirá qué hacer contigo.
Y la probabilidad de que espere a que intentes aparentar ser comida fresca
(cuando en realidad llevas semanas, quizá meses ahí) es bastante alta. Porque si no te comió justo después de haberte encapullado se debe a que algún otro bicho tiene captada su atención, por lo tanto no eres más que otra conserva en su dispensa.   

Así que mientras te queden mínimos brotes de lucidez (los que cada vez serán menos) intenta pensar como lo que, por las circunstancias, has dejado de ser y haz todo lo posible por librarte de esa red, apartarte lo más que puedas. No mires atrás.
Ve y busca presas fáciles, qué importa si no son del todo agradables, necesitas alimentarte. La ponzoña en la sangre desintegra tu ego. Piénsalo, si ese no fuera el caso no habrías esperado tanto.
Quizá después de un tiempo le provoque incluirte en su menú. Quién sabe. Y si no, pues ya habrá alguna otra araña por la que valga la pena ser comido.
De lo contrario, si decides jugar al invertebrado valiente, probablemente te coma, sí, pero succionará lo poco que te resta de alma y acabarás siendo un cadáver más de cascarón vacío para el deleite de su colección. Eso en el mejor de los casos, porque una vez ingerido, bien podría abandonar tu red e irse a tejer una nueva para cualquier otro cucarachón que haya encontrado apetitoso.

Como verás, la araña es naturalmente, digamos, malintencionada. No la culpes, es su naturaleza. Sin embargo, la probabilidad de que ésta actúe instintivamente, sin malicia, es también alta. Aún así fuera el caso, debes pretender creerle cada palabra con naturalidad pero, secretamente, remitirte tan solo a pruebas táctiles.

La inocencia, fingida o real, es letal porque, una vez propagado este veneno, no podrás diferenciarla con claridad. Podría, incluso, volverse imposible de distinguir.
 
Oh, sí. Ella, intentando negar su naturaleza, pretende sentir más que afecto por su alimento pero no es que realmente quiera al insecto que sacia su lúgubre apetito, nah. Es simplemente que, por el momento, disfruta comérselo.
Cuando se haya cansado de succionarle todo lo que ambicionó y no la satisfaga más, pues se aproximará a algún otro bicho de su tela para ver si le apetece. Y depende de la astucia de este, que tiene ahora la oportunidad, lograr persuadirla de que quiera incluirlo en su menú.

Ah, pero claro, tú, escarabajo de caparazón blando, estás ahí atrapado… en un
rincón de su ponzoñosa tela. Y es aún peor que ella sepa el que te dejaras apresar adrede porque, ciertamente, les presta más atención a las presas que intentan zafarse.

Extracto de
“Todas tienen una araña en su interior”.